El mandala surgió en la India y en sánscrito quiere decir círculo. También se encuentran representaciones geométricas simbólicas en otras culturas como las de los indígenas de América Latina (aztecas o incas) o los aborígenes de Australia. Son figuras que se pueden encontrar en la naturaleza como una tela de araña o una gota de lluvia, que más tarde fueron copiadas por los seres humanos.
Originalmente, los mandalas son símbolos mágicos, instrumentos de pensamiento y meditación que se han usado desde hace muchos años. Este arte milenario permite llegar a la meditación y a la concentración a través de un simple dibujo, para exprimir nuestra propia naturaleza y creatividad. Muchas personas utilizan los mandalas por sus virtudes terapéuticas, que permiten recobrar el equilibrio, el conocimiento de uno mismo, el sosiego y la calma interna necesarios para vivir en armonía.
El interés occidental por el mandala se debe en gran medida a la obra del psiquiatra Carl C. Jung. Jung estudió los mandalas orientales, y descubrió que las propiedades integradoras de los mismos eran beneficiosas en la psicoterapia; dibujando mandalas, sus pacientes podían comenzar a poner orden en su caos interior.
La construcción y posterior destrucción de mandalas de arena es una antigua tradición practicada por los monjes budistas del Tibet. Consiste en crear un mandala con granos de arena coloreados, luego es santificado y destruido como parte de un ritual. Según ellos esto les ayuda a practicar el desapego y a “no codiciar el resultado de sus actos”.
Estos dibujos contienen infinidad de otras formas geométricas: diversos colores y contenidos que representan aspectos del mundo sutil, espiritual o mágico de quien los concibe.
Construir Mandalas ayuda a equilibrar los chakras por medio de los colores y las formas sagradas, e impulsa a que partes de nuestro cerebro trabajen de un modo distinto. Si meditamos con Mandalas podemos experimentar la curación tanto a nivel físico como psíquico y espiritual, ya que sirven de terapia para serenar nuestras emociones y permiten que el cuerpo astral se ajuste armónicamente a los demás vehículos.