No nos aferremos a nada
Cuando pensamos en el bienestar o la felicidad, o el desarrollo interior, ¿en qué pensamos? ¿Hay aspiraciones? De ser así, ¿cuáles son estas, y hacia dónde nos llevan en realidad? Podemos soltar toda la perorata que hemos leído en todos sitios, o lo que hemos oído en cursos a los que hemos asistido y en conferencias que hemos presenciado, pero, ¿qué queda de nosotros? ¿Será que hemos formado una percepción de todo cuanto hemos asimilado respecto a todo eso, igual que ocurre con el condicionamiento al que nos exponemos desde la infancia?
Con estas preguntas quiero decir que, al igual que existe un sistema social que estipula cómo actuar y pensar, también existe una alternativa para cada persona que no comulgue con lo estandarizado. Y ello no significa que sea mejor que lo general.
Si tenemos en consideración que solemos guiarnos por la emocionalidad –mecánica, evidentemente- para tomar decisiones, entonces, en realidad, podemos intuir que quizá lo que hacemos es intentar llenar vacíos con palabras que nos suenan bonitas, como “conciencia”, “despertar”, “amor”, “alma”, etc. Pero, ¿sabemos, honestamente, qué significa todo eso? Interpretaciones, reinterpretaciones y más reinterpretaciones dan un valor a las palabras, y también a quién las dice y las define. Y ése valor se malinterpreta muy frecuentemente. Hay varios motivos de por qué esto es así. Enumeraré algunos.
Por el simple hecho de que el ser humano está sujeto al devenir del ego y de las influencias externas, hecho que no le permite ser íntegro y coherente con normalidad.
Creer que se está en posesión de la verdad. La vanidad es un punto de apoyo para el ego.
Creer. Creer no es crear, creer es percibir sesgadamente. “La creencia es la muerte de la inteligencia”, decía Robert Wilson. En el momento en que creemos en algo, ya dejamos de investigar si es cierto o no. Y es muy recomendable poner en duda las cosas que hemos creído antes, porque así seguimos aprendiendo y, más importante si cabe, dejamos de identificarnos con nuestras creencias.
Nos gustan las respuestas fáciles. Preferimos ver un vídeo sobre “Los 10 pasos para el despertar amoroso de la conciencia” que tratar el asunto desde diferentes vertientes, como por ejemplo uniendo lecturas profundas de varios autores que tratan temas como la psicología y el misticismo y, al mismo tiempo, experimentarlo nosotros mismos.
Nos gusta que nos regalen los oídos. Mejor que nos digan lo maravillosos que somos y el potencial espiritual que tenemos en lugar de decirnos que quizá no todo en nuestro interior –y por tanto, en nuestro exterior- está tan bien como creíamos. Y sin alumbrar a la sombra, bien poco puede hacerse.
Necesitamos mucho tener un confort psicológico. Tener algo a lo que aferrarnos, dar una explicación a las cosas, reforzar ésa explicación creyendo en ella, y movernos por la vida dentro de ésas zonas en las que nos sentimos seguros, pero que en realidad son cáscaras vacías que nos llevan a arrastrarnos por la vida en lugar ayudarnos a andar erguidos.
Con todo esto quiero decir que hemos de plantearnos si realmente las cosas que hacemos son genuinas, si provienen desde la parte más honesta y humilde de nosotros mismos, o si lo que hacemos es llenar vacíos emocionales y tapar lo que no queremos ver de nosotros por miedo a qué podemos encontrar. O quizá si lo hacemos por el interés de sentirnos bien desde el ego, por saber muchas cosas y ser bien considerado por los demás, ya de paso.
No creamos en nada, busquemos su evidencia experimental, y aun así, pongamos en duda ésa experiencia. No busquemos la adulación, y si nos la hacen, que no nos afecte ni para bien ni para mal. No busquemos el ABC de nada, vivamos la experiencia como tal, ya que un minuto de experiencia equivale a años de lectura y escucha. No busquemos la comodidad psicológica, porque sólo los choques pueden reencontrarnos con la realidad de lo que somos.
FUENTE: http://eternoretornoetre.blogspot.com.es/2014/03/editorial-no-nos-aferremos-nada.html