La armonía es un estado de existencia que corresponde en vivir en concordancia con el todo, de forma articulada y no rígida, ajustada dentro de los desajustes de la vida común. Vivir armónicamente significa aceptar y comprender todo lo que somos y lo que es, y no elegir qué ver y qué no ver interiormente y en las relaciones que mantenemos con los demás. Es un estado consciente y vidente, en el que la claridad y la oscuridad son lo mismo, ya que no existe una real separación entre una y otra, y en todo caso, son estados de las cosas que se complementan entre sí dentro de la danza de la existencia.
En un aspecto práctico, obrar o buscar un estado armónico consiste en ser capaces de ver, aceptar, comprender y transformar aquello de “oscuro” que vemos en nosotros. Las emociones y pensamientos negativos, como por ejemplo los celos, la rabia, la tristeza, la planificación en busca del propio beneficio o hacer suposiciones forman parte de nuestro vivir diario. Si negamos ésa parte en lugar de iluminarla para aprender y transformarnos, el camino hacia la armonía será complicado de andar. Reprimir u obviar ésa parte de nosotros es un gasto de energía y a la vez una carga innecesaria que llevamos con nosotros debido al miedo a destapar nuestra completitud, y a veces también a causa del apego que tenemos a nuestros sufrimientos.
En nuestras relaciones con los demás, el proceso es algo parecido al interno en el hecho de ver a las personas tal como son, viendo, aceptando y comprendiendo los procesos de los otros, no queriendo solo ver lo positivo o negativo de cada cual, sino ver a las personas en todo su conjunto. A su vez, despejarnos de los estados identificativos nos ayuda a ver con más claridad.
Una regla de oro universal y atemporal es la de “tratar a los demás como a ti mismo”. Y si no procuramos vivir armónicamente, conociéndonos interiormente y empatizando y ayudando a otros, ¿cómo nos estamos tratando a nosotros y a los demás?
Fuente: http://eternoretornoetre.blogspot.com.es/2014/05/sobre-la-armonia.html