Diálogo con Sri Ramana Maharshi (I)
por Paul Brunton
Paul Brunton y Ramana Maharshi
―Maestro, he estudiado las filosofías y las ciencias occidentales, he vivido entre la gente de nuestras atestadas ciudades, he probado sus placeres y me he permitido ser, yo mismo, atrapado por sus ambiciones. Pero también he estado en lugares apartados y he vagado por ellos en la soledad del pensamiento profundo. Ya he preguntado a los sabios de Occidente, ahora vuelvo mi rostro hacia el este. Busco más luz.
El Maharshi asiente con la cabeza como queriendo decir "Sí, lo comprendo".
―He escuchado muchas teorías, he oído muchas opiniones. En mi interior se acumulan numerosas pruebas intelectuales de una u otra creencia. Estoy harto de ellas, me he vuelto escéptico frente a todo lo que no pueda ser probado mediante la experiencia personal. Perdóneme por decirle esto, pero no soy religioso. ¿Hay algo más allá de la existencia material del hombre? Y si es así, ¿cómo puedo comprobarlo por mí mismo?
Los tres o cuatro devotos que están reunidos a nuestro alrededor me miran con sorpresa. ¿He ofendido la etiqueta del ashram hablándole tan directa y claramente a su Maestro? No lo sé; y además no me importa. La presión, acentuada por muchos años de deseo, ha escapado inesperadamente a mi control y ha traspasado la barrera de mis labios. Si el Maharshi es el tipo de hombre apropiado sabrá comprender y obviará lo que no es sino una mera falta de formalidad en el trato.
Pero él no da ningún tipo de contestación, parece estar absorto en alguna línea de pensamiento. Como no hay nada más que hacer y mi lengua se ha soltado, me dirijo a él por tercera vez.
―Los sabios de Occidente, los científicos, son honrados por su inteligencia. Sin embargo, reconocen que no pueden aportar sino una mínima luz sobre la verdad que se oculta tras la vida. Se dice que hay personas en este país que conocen lo que nuestros sabios no consiguen desvelar. ¿Es cierto? ¿Puede usted ayudarme a experimentar la iluminación, o acaso la propia búsqueda no es más que un engaño?
He dicho todo lo que quería decir, así que decido esperar la respuesta del Maharshi. Continúa mirándome pensativamente. Quizá esté reflexionando sobre mis preguntas. Transcurren diez minutos en silencio. Por fin, sus labios se abren y dice suavemente:
―Dices "yo". "Yo quiero saber". Pero dime, ¿quién es ese "yo"?
¿Qué quiere decir? Esta vez ha prescindido de los servicios del intérprete y se ha dirigido a mí directamente en inglés. Mi mente se sume en el desconcierto.
―Me temo que no comprendo su pregunta ―respondo abrumado.
―¿No es obvia? Piénsala otra vez.
Reflexiono una vez más sobre sus palabras y de pronto una idea destella en mi cabeza. Me señalo con un dedo y digo mi nombre en voz alta.
―¿Y le conoces?
―De toda la vida ―le sonrío.
―Pero eso es sólo tu cuerpo. Te lo pregunto otra vez: ¿quién eres tú?
No hallo una respuesta coherente a esta extraña pregunta.
El Maharshi continúa:
―Conoce primero a ese yo y entonces podrás conocer la verdad.
Me deja otra vez perplejo, estoy completamente aturdido. Evidentemente, el Maharshi ha llegado al límite de su inglés porque se vuelve hacia el intérprete que, lentamente, me traduce el resto de su respuesta:
―Sólo has de hacer una cosa. Mira en tu interior. Hazlo de la manera correcta y podrás encontrar la respuesta a todas tus preguntas, la solución a todos tus problemas.
Es una extraña contestación, pero le pregunto:
―¿Qué debo hacer? ¿Qué método puedo utilizar?
―Se puede encontrar la luz a través de la reflexión profunda sobre la propia naturaleza y a través de la meditación constante.
―Me he entregado con bastante frecuencia a la meditación sobre la verdad, pero no creo haber hecho ningún progreso.
―¿Cómo sabes que no has progresado? No es fácil percibir los progresos de uno mismo en el campo espiritual.
―¿Es necesaria la ayuda de un Maestro?
―Podría serlo.
―¿Puede un Maestro ayudar a un hombre a mirar en su interior del modo que usted dice?
―Puede darle todo lo que necesita para llevar a cabo esa introspección, pero es algo que sólo se puede hacer de forma personal.
―¿Cuánto tiempo llevaría alcanzar un poco de iluminación con la ayuda de un maestro?
―Todo depende de la madurez del buscador. La pólvora se enciende en un instante, pero se tarda mucho tiempo encender el carbón.
Tengo la extraña sensación de que al Maharshi no le gusta hablar del tema de los Maestros y sus métodos. A pesar de todo, mi terquedad occidental es lo bastante fuerte como para no atender a esa sensación y le dirijo otra pregunta sobre el mismo tema. Su rostro se vuelve inexpresivo, se gira hacia la ventana y se pone a contemplar las colinas que se ven a través de ella, sin dignarse a dar una respuesta. Capto la indirecta y cambio de tema.
―¿Querría el Maharshi expresar una opinión sobre el futuro del mundo?, porque estamos viviendo momentos críticos.
―¿Por qué has de preocuparte por el futuro? ―pregunta el Sabio―. ¡Ni siquiera conoces bien el presente! Preocúpate por el presente y entonces el futuro se preocupará de sí mismo.
¡Otro rechazo! Pero esta vez no cedo tan fácilmente ya que provengo de un mundo en el que las tragedias de la vida presionan a las personas mucho más intensamente que como lo hacen en este pacífico refugio perdido en la jungla.
―¿Entrará pronto el mundo en una nueva era de compañerismo y solidaridad o se hundirá en el caos y la guerra? ―insisto.
El Maharshi no parece en absoluto complacido, pero aún así responde.
―Hay Uno que gobierna el mundo y su misión es ocuparse de él. Él, que le ha dado la vida al mundo, también sabe cómo cuidarlo. Es Él quien carga con la responsabilidad de este mundo y no tú.
―Sin embargo, si uno mira a su alrededor sin prejuicios no es fácil ver dónde entran en juego esos benevolentes cuidados ―objeto.
El Maharshi parece estar aún menos complacido. No obstante, llega su respuesta.
―Así como eres tú, así es el mundo. ¿De qué te sirve tratar de comprender el mundo si no te comprendes a ti mismo? Éste es un tema que carece por completo de importancia para un buscador. La gente gasta sus energías con este tipo de preguntas. Primero descubre la verdad que se oculta detrás de ti y así estarás en mejor posición para entender la verdad que hay detrás del mundo, del que, además, formas parte.